A manera de entrada, les dejo, muchachos, una parte de la
reflexión del profesor Fernando Vázquez. -A quien no conozco personalmente,
pero admiro mucho-. Él concentra en unos párrafos mucha sabiduría. Espero que
les sea útil. Escogí estas líneas para empezar con el pie derecho y acompañado
por la luz del profesor Vázquez. Así, sin más preámbulo:
"Una segunda
tarea de la educación superior corresponde al campo de la escritura. Otra competencia, otro saber hacer esencial para todo maestro. En este caso me
refiero a esa tecnología de la mente que permite disociar el sujeto, ver afuera
el armazón de nuestro pensamiento, potenciar la historia, jalonar el análisis
y traspasar las fronteras del tiempo y el espacio. Hablo de
la escritura como una herramienta semejante al arado o a la rueda, un útil que
no sólo propició la civilización sino que generó y sigue sosteniendo formas de
poder, de propiedad, de verdad.
Digamos, para
evitar malos entendidos, que cuando aquí hablo de escritura no me refiero a
mejorar la redacción. La escritura es un proceso tanto o más complejo que la
lectura: en él intervienen las ideas, los procesos de pensamiento de mayor
complejidad; más que una serie de reglas gramaticales, la escritura es un
proceso cognitivo fundado en la abstracción, la subordinación y la invención.
Escribir está más del lado de la lógica que de la gramática. La redacción es
apenas una etapa de la escritura pero no es la fundamental. Quien aprende a
escribir desarrolla un pensamiento no circular, no situacional, no repetitivo,
no formulario. Precisamente, es a propiciar, fomentar y desarrollar ese otro
pensamiento que comporta la escritura al que las entidades de educación
superior deben comprometerse.
Sobra decir
que son también múltiples las formas del escribir. Desde la escritura
expositiva o la escritura argumentativa hasta la escritura expresiva y de
ficción. Pero más allá de los géneros, lo que me interesa recalcar es el valor
de la escritura para construir realidades de segundo orden, mundos posibles,
entidades de pensamiento capaces de iluminar o catapultar esperanzas, sueños,
ideales. Quien escribe coloca por un momento su accionar inmediato entre
paréntesis. Lo ve, lo reflexiona, lo evalúa. Y al tener como espejo a la
escritura, puede cambiar, modificar, mejorar, desarrollar sus actos o sus
palabras. Pero, además, cuando escribimos incorporamos al mundo seres nuevos:
ahora no es la biología la única que engendra, sino también nuestra imaginación.
Al escribir completamos la tradición; nos atrevemos a corregir, modificar,
superar los condicionantes que nos fueron impuestos como especie. Con la
escritura superamos la condición de criaturas para convertirnos en creadores.
Otro aspecto
por el cual la escritura tiene que ser asumida en serio por la educación
superior, y particularmente por los educadores, apunta a buscar que la práctica
docente sea algo más que un oficio de oralidad, lleno de activismo sin norte y
muy pegado a servir de réplica de las voces de otros. La escritura puede ser el
yunque a través del cual se forje en serio la profesión de ser maestro. Desde
el inicial ejercicio autobiográfico, en donde cada educador puede caer en la
cuenta de las marcas o los secretos hilos que lo llevaron a ser maestro, hasta
la escritura continua en los diarios de campo o en los registros de clase, para
tratar de hacer inteligible la tarea cotidiana de enseñar tan repleta de
improvisaciones como de azarosos resultados. Si se aprende a escribir y se
escribe sobre la práctica, muy seguramente descubriremos puntos de referencia
para elaborar mapas sobre nuestra profesión más apropiados, más precisos, menos
hijos del "a ver qué resulta".
Cabría decir,
además, que la escritura puede ayudarnos a dejar de ser meros
consumidores de información para empezar a ser productores de conocimiento. Y
dado que a la educación superior le corresponde mover los engranajes del
pensamiento crítico, de la reflexión, entonces la estrategia de la escritura es
idónea para superar el oralismo pasivo, el parloteo sin fundamento, y la
opinión apenas pegada a nuestra más inmediata. Entreveo en el aprender a
escribir una de las estrategias para permitirnos sortear el vado del
subdesarrollo.
Por las
razones expuestas, considero que tanto la lectura como la escritura son
compromisos insoslayables de la educación superior. Agreguemos para finalizar
que dicha tarea no sólo compete a la enseñanza sino a la investigación. Los
programas, especialmente de posgrado, necesitan consolidarse en líneas
sobre estas temáticas que vayan analizando y haciéndonos más legibles tales
problemas. si de veras indagamos sobre la lectura y la escritura descubriremos
que muchos de los problemas de aprendizaje, de convivencia, de desarrollo
humano, dependen de estas dos competencias. Y, por supuestos, de la manera como
los maestros las enseñan."
Tomado de: Educar con maestría. (2007). Vázquez, F. Universidad de la Salle. Bogotá
Ahora que si le dediqué el tiempo para leer, está interesante el fragmento expuesto en este artículo. Dado que me gustó, lo tomaré y fragmentaré para mi uso personal y actividad virtual
ResponderEliminarGracias por tu comentario, sigue el blog para encontrar más bibliografía sugerida
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